Mujer, cómo no advertiste.
Cómo no intuiste cómo sería tu vida al unirte a ese hombre. Lo hiciste con la imprudencia de quien sabe
que le queda poco tiempo. Era otra
época, lo sé. Pagaste caro tu
apuro. No pensaste que el amor es el
ingrediente principal de un matrimonio.
Sin él, no hay nada. Es cierto,
cuesta mantenerlo, pero si no empiezas con él ¿cómo lo haces con el natural
desgaste?
A la primera señal ¿cómo no huiste? Cómo no pensaste que la
violencia es un espiral y que después de las disculpas, los perdones y las
lágrimas habría otra y otra y otra vez.
Cómo no advertiste en su mirada que no ibas a ser
feliz. Cómo te cegaste, cómo no pusiste
atención a los detalles, que decían a gritos qué tipo de hombre era.
Luego fue tarde para ti, dos hijos a los que criar,
mantener, educar. En tus tiempos no era
cuestión de decir “me voy” o “te vas”, había que quedarse porque económicamente
dependías de tu marido. Pero no era tu
caso, siempre trabajaste, tenías una profesión, trabajaste incluso más que
él. Mientras él se iba de parranda, tú
trabajabas, cuidabas de tu casa, tus hijos y sufrías en silencio.
¿Por qué no te fuiste cuando aún era tiempo?
¿Por qué ahora tengo que visitarte en una tumba y llevarte
flores que se robarán o marchitarán muy pronto?
¿Por qué no pudo llevarte flores frescas alguna vez? ¿Por qué no entendió que sin ti, él no era
nada, como claramente lo sabe ahora entre rejas?
¿Y ahora qué harán tus hijos? Perdieron a su madre y perdieron a su padre,
que poca pérdida es, en realidad.
Y todo por no estar sola.
Todo por decir “mi marido…”
Todo por no ser diferente, por no ser parte de esa minoría
que se queda sola.
Maru-junio 2014