sábado, 4 de octubre de 2008

La semilla...


Déjame hablarte sobre una semilla. Una semilla que está dentro de ti. Que cuando sea plantada, germinará. No todas las semillas pueden pretender eso. Pero hay una semilla que si es sembrada, germinará. Hay una realidad que es tan profunda, tan dulce, tan real, que no tienes que temerle.
Hay una compresión que es tan clara que te permitirá ver en tu vida lo que nunca habías visto antes.
Hay ciertas cosas en la vida que, si quieres reconocerlas, tienes que volverte como ellas.
Te voy a dar un ejemplo. Cuando ves un niño, de tres o cuatro años, y un adulto está hablando con este niño, no le habla en la misma forma en que habla con otros adultos.
Entonces, hay ciertas cosas que demandan que si las quieres conocer, tienes que transformarte. Una sencillez que demanda que te vuelvas simple para que puedas reconocer esa sencillez.
Ahora, ¿qué significa para ti volverse simple? ¿Qué es? ¿Qué es lo que le permite a este adulto, sin inhibiciones, convertirse en un niño? Y este adulto tal vez nunca lo haga con otra persona. ¿Qué es eso?
Primero, no hay temor de ser juzgado. Esta persona no lo hará con sus colegas. Esta persona no lo hará con alguien con quien trabaja porque tal vez ahí habría un miedo de ser juzgado. Pero con el niño, no hay miedo. No hay temor de ser juzgado.
¿Qué significa volverse simple? Porque ya sabes, en este mundo la verdad no es siempre dulce. A veces, la verdad es muy dura. Dolorosa. Pero hay una verdad que, por naturaleza, es extremadamente dulce. Es extremadamente hermosa. Porque no está allí para juzgarte. No está ahí para poner una marca en una escala y decir quién eres, o quién no eres.
Una verdad que no te infringe. Una verdad que está sincronizada con tu realidad.
Hay una necesidad. Y esa necesidad nos impulsa. La gente tenía necesidad de hablar, de comunicarse. E inventaron sus propias maneras. Inventaron ciertos métodos.
En Sudamérica, usaban tambores. Usaban pedazos de madera, golpeándolos entre sí, haciendo ruidos muy, muy agudos y fuertes que podían viajar largas distancias.
En Norteamérica, solían usar señales de humo para comunicarse a la distancia. Y probablemente, mejor y más precisos que los teléfonos celulares. Al menos no iban, "¡Ups! ¿Qué pasó? Se fue la conexión." "Oh sí, está bien. Él está diciendo esto y aquello…Ahora entiendo."

Así que atendemos nuestras necesidades. Pero a veces olvidamos hacer esa pregunta importante. ¿Qué es lo que necesito? Y por eso hablo sobre una realidad tan hermosa. Por eso te hablo de una semilla que germinará, por la que te hablo sobre un entendimiento tan claro. ¿Por qué? Porque esa es una necesidad que todos nosotros tenemos.
Sentir en nuestras vidas una claridad. Una sencillez. Una comprensión. No sólo preguntas, sino tener las respuestas también. No sólo los problemas del mundo, sino una solución que reside dentro del corazón de cada ser humano.

No te estoy diciendo que eres incompleto. Ves, mucha gente se sienta ahí y piensa, "mmmmm." Y están pensando sobre todo esto. Pensando, pensando, pensando. "¿Será verdad, o no?" Pero escucha . Sin juzgar, escucha y verás que lo que trato de decirte es que todo lo que deseas, todo lo que estás buscado está en tu interior.
Estás más completo de lo que crees. Tienes en tu interior el mayor tesoro. Tienes en tu interior la mayor claridad. Tienes dentro de ti el mejor sentimiento. Tienes dentro de ti la mayor verdad. De hecho, tienes dentro de ti el Dios que has estado buscado.
Puedes encontrar tu paraíso ahora. Y no sólo encontrarlo, sino disfrutarlo también.
No solamente puedes encontrar tu paz ahora, sino que puedes disfrutarla...
No sólo puedes encontrar tu claridad ahora, sino disfrutar esa claridad, también. No sólo puedes encontrar tu entendimiento ahora, también puedes disfrutarlo.
Y para mí, ésa es la plenitud más increíble que existe.
Maru (Pem)

1 comentario:

  1. Cerebreadora, Estas llegando hasta las más altas cotas de "equilibrio" emocional. Pero no se lo comentes al del diván.
    Me ha gustado lo que dices respecto a la conversación con un niño, pero me gustaría añadir un matiz:
    En general con un niño los adultos abusamos de la prepotencia de la "experiencia adquirida en años",
    pero pocas veces nos agachamos para situarnos a la altura de su mirada o, por el contrario, deseamos recordar una época, ya pasada, utilizando lenguajes que no nos son propios.
    Las semillas, como dice una parábola cristiana, necesitan un terreno en que desarrollarse.
    A nosotros nos toca cultivarlo.
    A nosotros y a los que nos rodean.
    Bsos

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