Te voy a contestar a esa pregunta que nunca te has hecho, que es (dos puntos) qué ocurre mientras cuelgas el teléfono. Pues bien, yo te lo contaré.
Sucede que, durante ese segundo o medio segundo o segundo y medio en que tu brazo dibuja una media parábola (apróximadamente) desde tu oído hasta lo que viene a ser la base del aparato en sí (disculpa aquí la falta de precisión), mi oído permanece pegado a mi parte del aparato esperando oír algo (pero sólo topa con el silencio, claro).
Sucede que durante ese segundo y medio (por decir algo), no te limitas a aferrar con fuerza el auricular (¡no!), sino que aprietas con fuerza mi corazón (la metáfora es fácil, lo siento) y lo arrojas contra el suelo al dirigirte a la base.
Pero ahí no acaba todo (no), porque aún no cuelgas, y pasan unas décimas de segundo en las que se oye el auricular frotando a la base (jrsssht, más o menos), durante las cuales se para el mundo.
Durante todo este rato, silencio, tristeza.
Y finalmente, click. Muerte, de momento. Hasta mañana, nos vemos.
(Sé que esperabas un último paréntesis)
Maru