lunes, 29 de agosto de 2011

Pensamiento....

¿Cómo juzgar, en un mundo donde se intenta sobrevivir a cualquier precio,
a aquellas personas que deciden morir?
Nadie puede juzgar.
Sólo uno sabe la dimensión de su propio sufrimiento,
o de la ausencia total de sentido de la vida.
Maru



jueves, 25 de agosto de 2011

Aquí estoy....

De vuelta de Santiago.  Pasé mucho pero mucho frío allá.  Ya me había desacostumbrado al frío seco de allá y realmente pasé entumida.
Pero bueno, todo fue bien... me hice la resonancia, no sale nada nuevo ni distinto, así que el neurólogo tendrá que ver el porqué de mis dolores de cabeza.
Aproveché de ir a la investidura y juramento de mi hija Susi, quien estudia Medicina Alternativa y Terapias Complementarias.  Fue una bonita ceremonia y tuve la suerte de poder concurrir.


También estuve unos días en la parcela de mi hermana, muy bella y un oasis para descansar.  Pero, claro, se come demasiado.  Y aunque hubo un lindo sol, igual me morí de frío, jeje.


Mi hija Melissa también empezó a usar su uniforme de Podóloga Clínica, ve todas las enfermedades de los pies, sobre todo de diabéticos, etc.


Y bueno, también hice trámites, compras, etc.
Adquirí un libro que hace tiempo quería leer y sólo lo encontraba en la versión cara.  Ahora tuve suerte y lo encontré en edición de bolsillo y muy barato.  Se trata de "En el Blanco" de Ken Follet, uno de mis autores favoritos.


También tuve la suerte de estar para el cumpleaños número 21 de Susi, aunque todavía no me llegan las fotos.  Aquí hay una borrosa de la torta.


Y así va mi vida, tranquila, ahora ya en mi casita, con frío igual, pero más soportable que el de Santiago.  
Y eso por ahora, otro día escribo de nuevo.  Gracias por leerme.
Maru

sábado, 13 de agosto de 2011

Muchas cositas...

Hola a todos, estas ùltimas semanas mi vida se ha revolucionado un poco.  Primero, vinieron mis hijas y pasamos una semana maravillosa juntas.  Ayyy, me dio tanta penita cuando se fueron.



Aprovechamos que Melissa es experta en Sushi, y nos hizo unas clases a mi prima, sobrina y a mì, y despuès nos dedicamos a comer mucho mucho.  Menos mal que a Robin le gustò, asì lo puedo incluir en mis almuerzos fuera, jiji.





Tambièn hicimos algunos paseos a la playa, en un dìa frìo pero bello.  Y nos compramos estos divertidos gorritos calientitos... 




Y bueno, despuès de todo eso lindo, tuvimos que volver a la realidad, las niñas a clases y yo a mi rutina.  Mi mèdico me mandò al neuròlogo por mis constantes y terribles dolores de cabeza, y me pidiò una resonancia magnètica de cerebro.  Aquì solamente las hacen en dos lugares y los dos cobran carìsimo.
Tanto, que consulté en Santiago y, con pasajes incluìdos, me sale mucho más barato.  Asì que a Santiago las maletas.  Me voy el domingo en la noche y vuelvo por ahì por el 23.  lo bueno, es que estarè para el cumpleaños de mi hija Susi, que es el 22.  Aprovecharè de hacer algunos tràmites y algunas compras, para hacer provechoso el viaje.


Asì que èsos son los planes para los pròximos dìas.  Por lo tanto, les dejo saludos, me despido con un hasta pronto y nos vemos luego.
Maru

martes, 9 de agosto de 2011

Sin adornos....


Estaba ahí a la deriva, muy herida tras ese naufragio, no olvido que en ese viaje dejé todo de mí.
Miraba  desesperada por asirme a lo que fuera para no ahogarme, pues me quedaba mucho por hacer aún...
... y apareció aquel botecito,
se veía tan frágil como yo me sentía,
subestimé... me llevó a tierra firme.

Sin adornos.... sólo eso
Maru

viernes, 5 de agosto de 2011

Regalitos.....

Cuando vino Adriana, mi querida amiga de México, me trajo estos regalitos y son tan lindos, que los miro y los miro y me encantan.  Ahí va una foto.
Maru

lunes, 1 de agosto de 2011

Y resulta que....




Y resulta que…

… no naciste de un repollo, ni debajo de una calabaza, tampoco te trajo una dulce cigüeña, ni viniste de París (qué decepción).
Naciste como cualquier otro.  Algo te empujó sin ningún respeto y tuviste que dejar tu casita caliente y cómoda y llegar aquí sucia, mojada, sin entender nada, traumada, y más encima alguien disfrazado te toma, te limpia, te pega, te mete cosas por la nariz y te envuelve en algo duro que no te deja mover brazos ni pies.
La única recompensa es que luego te llevan a unos brazos calientitos y con un olor conocido.
Pasas una infancia feliz o no, ves cómo tu cuerpo va cambiando y te conviertes en una aborrescente que sacará canas verdes a tus padres, te llenarás de granos en la cara, justo cuando empiezas a interesarte en el sexo opuesto. La única obligación que tienes es estudiar, aunque sea un poco, pasarla bien e ir a todas las fiestas que puedas.  Tus padres pasan a ser seres de otro planeta que no entienden nada.
Luego terminas el colegio y tienes una gran decisión que tomar ¿y ahora qué?  Sientes que tienes el mundo a punto de derrumbarte de espaldas.  Sin embargo sobrevives y estudias o trabajas, según las oportunidades que tengas.  Si estudias, estarás metida en los libros hasta los 23 ó 24 años, agotada, exhausta y con un genio de los mil demonios.  Más encima, tu padre diciéndote que estudies, que para eso te paga la carrera. 
Por fin logras terminar tu carrera y empieza la búsqueda de trabajo.  No es fácil, usas todo tu potencial para convencer a alguien de que te contrate aunque sea con el sueldo más bajo, total, la experiencia es lo importante.  Tus padres se contentan, a la vez que se preguntan ¿y cuándo se irá de casa?
Entre tanto, te enamoras y entras en otro juego, ya no son los jugueteos inocentes  y con los que aprendiste “cuál es la diferencia”.
Empiezas a pensar seriamente en casarte, establecerte y crear una familia.  Tus padres se vuelven un poco suspicaces ¿vivirá aquí con él?  Pero no, ya creciste y tienes que formar tu propio nido.  Ahí te das cuenta de  que el gobierno decidirá cómo vivirás, dónde, cuántos impuestos pagarás y en qué colegio podrás enviar a tus hijos.
Entre formar la familia, trabajar y tratar de mantener tu matrimonio, no te das cuenta y ya estás en los cuarenta.
Los embarazos te empiezan a pasar la cuenta y aunque comas una lechuga y una aceituna diaria, no bajas un gramo de peso.  De gimnasio ni hablar, no tienes tiempo. 
Tus hijos crecen, estudian (ustedes pagan, por supuesto) y sin darte cuenta, llegas a los cincuenta.  Tus hijos se casan y te empiezas a preguntar cuándo llegarán los nietos.
Mientras tanto, en tu trabajo cada vez te dan menos responsabilidades, te vigilan más, revisan todo lo que haces y te miran con cara de que estás “envejeciendo” y no eres muy de fiar.
Mientras esperas ansiosamente tu jubilación, llega un nieto y tu mundo cambia, vuelves a ser joven, a tener a quien apretar y besar.  Claro que no te gusta mucho cuando te lo “encargan” todo un fin de semana.  Pero qué se le hace, ya sabías que sería así.
Y por fin!  ¡los sesenta!, ya no tienes que trabajar, eres libre y te vas a casa feliz.
El primer día despiertas a la hora de siempre y te acuerdas de que no tienes que ir a la oficina y te sientes dichosa, todo el tiempo para ti, a tu marido todavía le quedan cinco años para jubilar, así que el tiempo es todo tuyo.  El primer día lo disfrutas a concho, te duermes una buena siesta y todo es felicidad.
El segundo día te levantas un poco tarde, y te das un par de vueltas por la casa y te preguntas ¿y ahora qué hago?, pero no te preocupas, sólo es la costumbre de años y años trabajando.
Pasa el mes y te llega tu primer pago de pensión ¡Santo Dios!  ¿y qué se hizo todo el dinero que te descontaron durante 40 años?  Se achicó todo lo que pudo.  Tendrás que dejar los chocolates, las ostras, el sushi , las pizzas, el spa,  las salidas al cine, y las vacaciones serán de días, no de semanas como solían ser.
Empiezas a sentir que te duelen un poco las rodillas, se te hinchan un poco los pies, los lentes que usaste desde los cuarenta ya no te sirven, tienes unos vellos nada de bellos donde no deberías, y que sólo tus nietos te alegran la vida.
Empiezan  las visitas al médico, los medicamentos, gastos que con tu súper pensión por supuesto no alcanzas a cubrir y empiezas a sentirte realmente “jubilada”.
No sabes cómo sobrevives hasta los setenta y cada día te cuesta más pararte, duermes menos horas, no puedes evitar la incontinencia y tus hijos hacen visitas “cortas” y ya no te dejan a tus nietos.  Ya no tienes a tus amigas, porque o se han muerto o tienen demencia senil y sientes la soledad más pura y dura.
Y ahí recién, recién te das cuenta de que la vida es una mierda… y que sólo cambian las moscas.
Maru