lunes, 1 de agosto de 2011

Y resulta que....




Y resulta que…

… no naciste de un repollo, ni debajo de una calabaza, tampoco te trajo una dulce cigüeña, ni viniste de París (qué decepción).
Naciste como cualquier otro.  Algo te empujó sin ningún respeto y tuviste que dejar tu casita caliente y cómoda y llegar aquí sucia, mojada, sin entender nada, traumada, y más encima alguien disfrazado te toma, te limpia, te pega, te mete cosas por la nariz y te envuelve en algo duro que no te deja mover brazos ni pies.
La única recompensa es que luego te llevan a unos brazos calientitos y con un olor conocido.
Pasas una infancia feliz o no, ves cómo tu cuerpo va cambiando y te conviertes en una aborrescente que sacará canas verdes a tus padres, te llenarás de granos en la cara, justo cuando empiezas a interesarte en el sexo opuesto. La única obligación que tienes es estudiar, aunque sea un poco, pasarla bien e ir a todas las fiestas que puedas.  Tus padres pasan a ser seres de otro planeta que no entienden nada.
Luego terminas el colegio y tienes una gran decisión que tomar ¿y ahora qué?  Sientes que tienes el mundo a punto de derrumbarte de espaldas.  Sin embargo sobrevives y estudias o trabajas, según las oportunidades que tengas.  Si estudias, estarás metida en los libros hasta los 23 ó 24 años, agotada, exhausta y con un genio de los mil demonios.  Más encima, tu padre diciéndote que estudies, que para eso te paga la carrera. 
Por fin logras terminar tu carrera y empieza la búsqueda de trabajo.  No es fácil, usas todo tu potencial para convencer a alguien de que te contrate aunque sea con el sueldo más bajo, total, la experiencia es lo importante.  Tus padres se contentan, a la vez que se preguntan ¿y cuándo se irá de casa?
Entre tanto, te enamoras y entras en otro juego, ya no son los jugueteos inocentes  y con los que aprendiste “cuál es la diferencia”.
Empiezas a pensar seriamente en casarte, establecerte y crear una familia.  Tus padres se vuelven un poco suspicaces ¿vivirá aquí con él?  Pero no, ya creciste y tienes que formar tu propio nido.  Ahí te das cuenta de  que el gobierno decidirá cómo vivirás, dónde, cuántos impuestos pagarás y en qué colegio podrás enviar a tus hijos.
Entre formar la familia, trabajar y tratar de mantener tu matrimonio, no te das cuenta y ya estás en los cuarenta.
Los embarazos te empiezan a pasar la cuenta y aunque comas una lechuga y una aceituna diaria, no bajas un gramo de peso.  De gimnasio ni hablar, no tienes tiempo. 
Tus hijos crecen, estudian (ustedes pagan, por supuesto) y sin darte cuenta, llegas a los cincuenta.  Tus hijos se casan y te empiezas a preguntar cuándo llegarán los nietos.
Mientras tanto, en tu trabajo cada vez te dan menos responsabilidades, te vigilan más, revisan todo lo que haces y te miran con cara de que estás “envejeciendo” y no eres muy de fiar.
Mientras esperas ansiosamente tu jubilación, llega un nieto y tu mundo cambia, vuelves a ser joven, a tener a quien apretar y besar.  Claro que no te gusta mucho cuando te lo “encargan” todo un fin de semana.  Pero qué se le hace, ya sabías que sería así.
Y por fin!  ¡los sesenta!, ya no tienes que trabajar, eres libre y te vas a casa feliz.
El primer día despiertas a la hora de siempre y te acuerdas de que no tienes que ir a la oficina y te sientes dichosa, todo el tiempo para ti, a tu marido todavía le quedan cinco años para jubilar, así que el tiempo es todo tuyo.  El primer día lo disfrutas a concho, te duermes una buena siesta y todo es felicidad.
El segundo día te levantas un poco tarde, y te das un par de vueltas por la casa y te preguntas ¿y ahora qué hago?, pero no te preocupas, sólo es la costumbre de años y años trabajando.
Pasa el mes y te llega tu primer pago de pensión ¡Santo Dios!  ¿y qué se hizo todo el dinero que te descontaron durante 40 años?  Se achicó todo lo que pudo.  Tendrás que dejar los chocolates, las ostras, el sushi , las pizzas, el spa,  las salidas al cine, y las vacaciones serán de días, no de semanas como solían ser.
Empiezas a sentir que te duelen un poco las rodillas, se te hinchan un poco los pies, los lentes que usaste desde los cuarenta ya no te sirven, tienes unos vellos nada de bellos donde no deberías, y que sólo tus nietos te alegran la vida.
Empiezan  las visitas al médico, los medicamentos, gastos que con tu súper pensión por supuesto no alcanzas a cubrir y empiezas a sentirte realmente “jubilada”.
No sabes cómo sobrevives hasta los setenta y cada día te cuesta más pararte, duermes menos horas, no puedes evitar la incontinencia y tus hijos hacen visitas “cortas” y ya no te dejan a tus nietos.  Ya no tienes a tus amigas, porque o se han muerto o tienen demencia senil y sientes la soledad más pura y dura.
Y ahí recién, recién te das cuenta de que la vida es una mierda… y que sólo cambian las moscas.
Maru

7 comentarios:

  1. chuata, chuata y todo esto me espera, bueno parte ya lo pase pero me queda el resto, desde ahoa me preparare mentalmente jajajjaja que buena.

    ResponderBorrar
  2. Las rodillas doloridas, los pies hinchados y que cada vez veo menos ya lo estoy sufriendo...espero que no vaya a mas...¿o si?...
    Un beso

    ResponderBorrar
  3. puff! tan simple, sencillo y odioso a la vez, se reduce en un naces, creces, te reproduces y mueres..., aumentandole los kilos de problemas y los gramos de sonrisas...

    alguna vez lo dijo quino la vida seria mejor al revez...

    ResponderBorrar
  4. Bueno, lo importante es vivir la vida, y recordar de vez en cuando que no nos vamos a quedar para siempre, asi que mejor disfrutarla y de vez en cuando ser capaces de desconectar de absurdos problemas.

    A mí me encantaba la filosofía de mi madre: jamás se quejó de sus dolores, siempre decía que no tenía derecho, porque ella estaba aquí, mientras otros (lo decía por mi padre, por su hermano, que se fueron demasiado pronto) no estaban. Y que no podía quejarse de lo que sus males no le permitían disfrutar, porque había disfrutado cosas que otros no. Sé que ahora si me viera llorar me diría que no lo hiciera, porque ella se fue a los 66 y mi padre sólo llegó a los 55...

    Espero, cuando llegue, ojalá, el momento de sentirme vieja, fea, dolorida, inútil... sea capaz de tomarme la vida con la filosfía que ella lo hizo, y disfrutar de mis nietos como ella lo hizo. Sus limitaciones sólo fueron la excusa para buscar alternativas.

    Muy oportuno tu post, Maru.

    Te debo foto de Sara, prometo enviarla en cuanto tenga un minuto, no te olvido.

    Un beso:

    Elena-Z

    ResponderBorrar
  5. Me acabas de leer esta entrada, y claro todo iba perfecto hasta que me pareció un poco cruel.. jajja, pero real, supongo que la mayoría de las personas viven así, pocos realizan lo que verdaderamente quieren y muchos viven rodeados de "gustos" tan superficiales, que sólo sirven para llenar el estómago o la cuenta de las tarjetas de crédito, pero nada de nada de satisfacción personal, de crecimiento espiritual. Besitooos
    Susi.

    ResponderBorrar
  6. Deprimente, pero hay que tomarse la vida con filosofía y disfrutar los momentos felices, somos aves de paso y este paso hay que vivirlo de la mejor manera dentro de los problemas y achaques que cargamos en esta vida

    ResponderBorrar
  7. Ayyys Lulu, me dió tristeza, pero es tan real, !como escribes tunanta!(dicho en tono cariñoso), me has emocionado, escribes fenomenal, muchos besos amiga y que seamos lo más felices que podamos y nuestros huesitos nos dejen.

    ResponderBorrar

El alma se alimenta de palabras, y tus palabras son muy importantes para mí. Déjame algunas y seré muy feliz.