Eso ya desapareció hace mucho, pero el domingo Robin me llevò a esa playa para que respirara aire marino para mis pulmones un tanto enfermitos, y encontramos un puesto donde ¡vendían jaibas vivas!, ya no tablones ni cocidas ni piedras, uno se las lleva a su casa, las cuece y se las come. Y bueno, la tentación fue grande y compramos cuatro.
Y las cocimos y parados en la cocina en una tabla, igual de rústico que antes, con un martillo (no tenemos esas pinzas especiales), nos dimos un atracón de jaibas. Mmmm, què recuerdos y què ricura. Habíamos comido, pero envasadas, la pura carne, rica igual, con mayonesa, ñam ñam. Pero tuvo su encanto especial comerlas así, a la antigua.
Ahora, a los mejillones gigantes, se suman las jaibas. Qué ricooooo.
¿Les gustan?
Maru
A martillazo limpio, jaja
que rico¡¡¡¡¡¡
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