Queremos tanto, que todo nos parece poco.
Nacemos desnudos y libres y nos vamos llenando de deseos, de complicaciones, de obligaciones.
¿Qué quedó de mi primera desnudez?
¿Qué quedó de mi primitiva sabiduría?
Crecí.
Me fui volviendo cada vez más torpe y más inválida.
Fui perdiendo el instinto de la felicidad.
Y adquirí el instinto de la defensa, de la supervivencia entre los lobos.
No tengo nada que un pájaro me envidie.
Nada tengo que una hormiga diminuta me envidie.
Y en cambio yo le tengo envidia al pájaro, a la hormiga, al jazmín de diciembre, al álamo, a la medusa transparente.
Soy otra vez la espera y el cansancio.
Soy otra vez la lucha, el desencanto, una que otra esperanza chica que me haga temblar.
Soy la búsqueda, la frustración, las dos de la mañana con insomnio, los recuerdos repitiéndose en un girar sinfín, ojos abiertos en la oscuridad y tibias manos lacias sin el necesario contacto de otras manos.
Maru
Ciertamente Maru con la edad nosotros mismos nos vamos complicando la vida, siendo niños las cosas son tan distintas.. así deberíamos de seguir y dormiríamos como benditos.
ResponderBorrarTe mando un abrazo
Nancy
no tienes nada que envidiar prima
ResponderBorraraunque hayas crecido eres lo máximo...hasta la hormiga y el jazmín tienen defectos...como nosotros....y no son para envidiar, sino para aprender de ellos
eres lo mejor
te kero kaleta