Cada día pasaba por la misma calle de edificios de vuelta a casa.
Un día alcé la vista, no sé por qué, y en uno de los departamentos no había cortinas, o estarían abiertas, no lo sé. Se veía una mujer mayor sentada a una mesa, un poco encorvada. Me llamó la atención la actitud. Mirando hacia abajo, hombros caídos, mirada fija. Cada cierto tiempo levantaba una cuchara y se la llevaba a la boca. En el poco rato que la observé nunca levantó la vista. Daba la sensación de que estaba sola.
Después de eso, pasaba todos los días y me detenía en la vereda de enfrente para observar su departamento. Todos los días era lo mismo: la anciana sentada a la mesa, los hombros caídos, la curva de su espalda, la mirada fija, la cuchara que subía y bajaba lentamente.
Se me volvió costumbre observarla todos los días, no podía pasar por el frente sin mirar a su departamento. En las casi dos semanas que lo hice, nunca cambió el panorama. De lejos no veía bien los detalles, pero juraría que incluso usaba la misma ropa todos los días. Su pelo blanco un poco rizado desordenado, sin joyas, y al parecer, sin nadie.
Me puse a pensar en la soledad, yo vivo sola, ¿será así mi vejez? ¿Cómo se vive cuando ya no nos queda nada? ¿Qué esperanza nos mueve a seguir viviendo? ¿Cuándo se pierden las ilusiones?¿Qué esperaba la anciana? ¿Esperaba la muerte junto a la ventana? ¿No tiene familia, nadie que la vaya a ver, a acompañar? ¿Cómo se las arregla con las cosas básicas, comprar, salir, cocinar, aseo, etc. etc.?
Su visión me hizo pensar tantas cosas. Yo elegí vivir mi vida sola, sin casarme ni tener hijos. Tengo muchos amigos y alguna pareja de vez en cuando, pero no me comprometo. Siempre pensé que así sería, fue mi decisión.
Ahora, al ver a la anciana en su ventana, día tras día, con su rutina de comida, pienso en si tomé la decisión correcta. Ella, sin duda, tuvo mucha gente a su alrededor alguna vez, tal vez fue casada, tal vez tuvo hijos, nietos. Y sin embargo se ve tan sola, tan triste, tan desolada.
¿Acaso a mí me espera un futuro igual? Los amigos también envejecen y cada uno va tejiendo su propia historia. Mi familia es poca, si se me otorga larga vida ¿seré una anciana comiendo sola en la ventana, con la cabeza gacha y el pelo desordenado?
Quién sabe, debo reconocer que este descubrimiento me ha hecho replantearme mi vida.
Hoy paso más tarde, está oscuro, el departamento también, y las cortinas siguen abiertas.
Debo meditar y voy aprisa a juntarme con mi almohada.
Maru