martes, 17 de julio de 2007

Renuncio....



Renuncio a la fascinación de la tristeza que atrapa y a la soledad que deprime; a perder un solo día de mi vida, excepto que así lo decida para descansar o digerir aquello que me ha golpeado o necesita su proceso.

Renuncio a contener y prohibirme la plena libertad de expresión sea para protestar, gritar, llorar o reír con todas mis ganas.


Renuncio a las viejas creencias y doctrinas propias y ajenas que han ahogado o impedido mi creatividad ilimitada.

Renuncio a la vacilación, al desgano, a la postergación, a la adicción de la dependencia de otros para usar la plenitud de todos mis recursos infinitos, para verme motivado, contento y satisfecho conmigo mismo.

Renuncio al llanto fácil, a la autocompasión,
como al hábito de adjudicar mis desdichas al prójimo.

Renuncio a olvidarme por costumbre de mis necesidades de descanso, diversión, esparcimiento, que me llevó a la confusión, al accidente o a la enfermedad.

Renuncio a ignorar la música y a postergar mis ganas de saltar, correr, caminar, pasear y bailar hasta el agotamiento.

Renuncio a todos los pruritos y arcaicas convicciones que me han impedido desnudar con entusiasmo,
sin vergüenza alguna mi cuerpo, mis deseos,
mis pensamientos y proyectos.

Renuncio a enjuiciar, a condenar impulsivamente,
a buscar chivos expiatorios; todos cometemos errores que debemos aceptar y perdonar, para amarnos sin restricciones, otorgando amor, sin dudar, a todos nuestros semejantes.

Renuncio por ello a los títulos que califican como honestos y nobles, a quienes aparentan respetar postulados humanísticos, mientras marginan enfermos, villeros, extranjeros o a personas devotas de otras ideas y creencias.

Renuncio a la preocupación económica,
a la desesperación, a la impaciencia, para dar lugar a la confianza en mis futuros créditos e ingresos,
a la serenidad y a la paciencia,
a sentirme víctima, para descubrir sin acusarme,
como fui responsable en mi percance, desdicha, enfermedad o
accidente,
para encontrar por fin, a mi propio verdugo interior,
que me ha llevado a perder, a impedir mis ganancias,
mi salud, mi bienestar.


Renuncio a mi crítica automática y común concedido por aquello quien señaló que arroje la primera piedra quien esté libre de pecado...

Renuncio a toda acción o pensamiento que manipule u oprima la libertad propia o ajena.

Renuncio a la depresión indiferente o activa para aprender y enseñar comportamientos ecológicos, con la intención de cuidar la naturaleza y a todos mis hermanos terrestres.

Renuncio a toda forma franca o encubierta de hostilidad, indiferencia, desamor e hipocresía para comunicar y exaltar todas las conductas de amor, respeto, generosidad y asistencia de mis contemporáneos.

Renuncio a todas mis tendencias mortificantes para dar plena expresión a mis facultades e infinita energía que me saturan de equilibrio, salud y vitalidad.

Renuncio a la idiotez que me conducía a la excusa,
a la incriminación gratuita, a la violencia irreflexiva, a la subestimación personal, que postergó el conocimiento de mi humana belleza, mi pericia para encontrar respuestas, mi excelencia para hallar soluciones, la maravilla divina que disfruto para hallar soluciones, la maravilla divina que disfruto como ser humano para superar obstáculos, en principio insalvables, convicciones que hoy me permiten asumir mi total responsabilidad ante esta vida mía, que ahora y en cada instante, decido vivir en plenitud.

(Desconozco el autor)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El alma se alimenta de palabras, y tus palabras son muy importantes para mí. Déjame algunas y seré muy feliz.