Cuando los rayos de la tarde tocan mi piel,
sólo espero ansiosa que duerman
y la oscuridad termine de asesinar este día.
Cuando la noche amanece
suspiro atónita tras la espera del parto de las montañas,
ciegas, enmarañadas, desechando el fruto
que iluminará siluetas
y quemará frustraciones.
Día tras otro, sólo espero que sea el oeste carcelero
del sol a medianoche.
Y que la luna de la tarde
le rinda pleitesía a esos ojos
que no advierten mi locura.
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