Mi relación con el agua siempre ha sido difícil. Cuando hablan de los 8 vasos diarios me dan náuseas. Es que no la soporto... y sólo pensar en eso me supera. Y claro que sé lo importante que es, pero creo que 8 vasos es una exageración; si nuestro cuerpo es tan sabio, se supone que él sabe cuándo necesita agua y reclama. Al menos así decía mi abuelita Sara: ella tomaba agua sólo cuando el cuerpo se lo pedía. Y vivió 99 años, no puede haber estado tan equivocada ¿no creen?
Bueno, el asunto es que yo siempre me sentí culpable con el tema del agua, que si debo tomar los 8 vasos, si no importa tanto; cuando he tenido cálculos renales (tan dolorosos ellos), me he puesto el firme propósito de tomarme los dichosos 8 vasos, pero simplemente no puedo.
Hasta que.... encontré a Walter; y él, dentro de su sabiduría me dijo que debía tomar el agua a sorbos e ir sintiendo su recorrido e ir pidiendo limpieza. O sea, un rito.... pero no los 8 vasos obligatorios. Y la verdad es que a sorbos es más fácil, ahora siempre hay un vaso con agua a mi lado y cuando me acuerdo.... un sorbo, limpio mi cuerpo y mi culpa se desvanece en el líquido. Genial, ¿no creen?
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