Mirando hacia la oscuridad o dentro de ella, Ana se preguntaba ¿hasta dónde y hasta cuándo decir no? Sentía que poner un mar o un metro de distancia era demasiado complicado y era una decisión de costos y de pérdidas y éstas han sido siempre tan dolorosas, tan grises y una carga muy pesada de llevar. Pero, permitir que todo lo propio se extraviara, que la sonrisa y su voz cantora se apagara era también un peligroso viaje al abismo.
Finalmente se quedó dormida y al comenzar la mañana, cuando la luz del día es más bien azul, se puso de pie, ordenó sus cosas... y decidió que le ponía punto final a esta etapa de su vida, para iniciar otra, para atreverse de nuevo y para intentar recuperar la libertad perdida, pero eso le generaba mucho miedo... y se fue buscando una historia que le permitiera decirse a sí misma que el cambio de ruta era posible y que aún no tenía un mapa que le ayudara a emprender nuevos pasos... sin culpas.
Una amiga de Ana, un poco loca y con afán de escritora, le decía que el tiempo y la distancia curan todas las heridas y, aunque era consciente de que era algo más que eso, no podía evitar pensar que Ana en su encuentro debía afrontar las dudas, las certezas, los encuentros y desencuentros, dejarlos fluir y dejarse ser.... la felicidad es una actitud y aunque no siempre resulta fácil asumirla, depende de lo que intentemos hacer y de las cosas que queramos ser...
- Ana, la felicidad no puede ni depende de si nos equivocamos en el camino de este arte que es vivir; depende de que amemos lo que tenemos, lo que es posible y también de amarnos a nosotras mismas...
Sin culpa Ana, sin culpa....
Maru - 1996 (Para Ana, en su afán de independencia... nunca supe si lo consiguió).
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